Ciriaco Bokesa Napo: ò bòsupú

Este artículo se va a centrar en glosar los orígenes de una figura intelectual muy admirada de la República de Guinea Ecuatorial, por su dinamismo y aportación a la creación de un marco cultural genuino y centrado en el carácter multicultural de dicho país del citado país.

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Ciriaco Bokesa

A 28 kilómetros al Norte de la isla de Bioko, se encuentra el pueblo de Rile-ó, más conocido como Basakato de la Sagrada Familia, calificativo que le puso el párroco colono José Parrilla.

Ciriaco procedía de un hogar monoparental, que estaba formado por su madre, Paulina Napo – Sítta Mokóko y su hermana Resurrección – Sitta Wesókó-, a causa de la temprana muerte de su padre. De modo que su recluta como seminarista, gracias a la inteligencia de la que estaba dotado y demostró desde muy temprana edad, no sólo fue recibida con alivio para la madre, sino que fue interpretada como signo de esperanza y liberación futura de la situación de pobreza material en la que vivía su sufrida familia.

Por suerte, en nuestro barrio, Isuppú, todos éramos una gran familia, incluido los más pequeños como yo en esa época –años cincuenta y principios de los sesenta-, y nuestros mayores compartían todo, desde la desgracia hasta la felicidad, además, tenía a sus hermanos, Ermegildo Napo, -è Ntá è Ribenne-, su hermana Benita y el resto del vecindario que la ayudaban a llevar con sosiego su temprana viudedad.

Tras enviudar, su madre montó una pequeña granja en la que criaba patos, gallinas y pollos que apenas daban para salir de la precariedad en la que vivía, sobre todo, porque no vendía los cocos, sino que los regalaba a la chiquillería, incluido yo mismo. Eso sí, a cambio de hacerla algún servicio como traerla agua de la fuente pública que estaba situada a casi un kilómetro de su casa o ayudarla en algunas faenas, cuando lo necesitaba, que era casi siempre.

Cuando los curas comunicaron a su familia que Ciriaco había sido seleccionado para ser trasladado a Salamanca y ser formado como sacerdote católico, la noticia fue recibida y celebrada con gran júbilo, pero también con preocupante inquietud en el barrio.

Por esas fechas, aún estaba muy presente en la memoria colectiva, el recuerdo de los niños y las niñas que hasta hacía poco se llevaban los blancos y de los que no se volvía a saber nada más, pero aun así, su marcha generó mucha ilusión y optimismo que animaba a vislumbrar un futuro prometedor para el barrio.

Todo eso dio lugar a que, al marcharse, la comunicación con su madre, Paulina Napo, a la que los pequeños llamábamos Sitta Mokóko, por el cocotero que tenía en su patio, y demás familiares, tuviera una importancia especial,

Tanto era así que, la llegada de una carta suya se convirtió en uno de los principales acontecimientos sociales, provocando el revuelo en un barrio en el que, como ya he señalado, todo se compartía y su lectura era algo que ningún vecino se quería perder, entre otras razones, porque siempre enviaba saludos para cada uno y cada una. Él mismo era consciente de que sus cartas no eran solo para su madre, sino un documento abierto a todo el vecindario, y así era, porque era una gran familia.

Como todas las madres bubis de su época, Sítta Mokóko apenas conocía el castellano, ni hablado ni escrito, razón por la cuál necesitaba ayuda para mantener la comunicación escrita con su hijo una vez en España, y es aquí donde entro yo, puesto que mi padre, D. Agustín Sepa Lousi, a quien pusieron el nombre de Si-Kobina, o sea, pequeño gobernador, era quien la prestaba este servicio. En este este contexto nació mi relación especial con él, pues en cada carta que escribía, mi padre siempre le decía: “Tienes a tu hermanito Edmundo al que deberás orientar y guiar en su día para que se forme como tú.”

Para la lectura de la carta se formaba en un corrillo, un corrillo en el que Sítta Mokókò siempre se colocaba al lado de mi padre escuchando muy concentrada, como la hermanita a la que su hermano mayor lee un cuento.

Hacia el mes de junio de 1968, Ciriaco (È Papa´m) tal era su nombre bubi, regresó a su tierra tras una ausencia de más de diez años.

Si ya de por sí, la noticia de su llegada fue recibida con júbilo y especial ilusión entre los bubis y las bubis que estaban enrolados en el Clero católico de la isla, en Rile-ó, el revuelo fue total. Era el segundo sacerdote hijo del pueblo después del también difunto Benigno Borikó Lopeo.

Al llegar en el barrio y tras el saludo de rigor a todo el mundo, preguntó por su hermanito Edmundo, que era yo, y le dijeron que estaba internado en la Misión católica, como llamaban el colegio que tenían los claretianos en la ciudad, cursando ya y a punto de finalizar, nada más y nada menos que el cuarto curso de Bachillerato. Así que, en cuanto regresó a la ciudad, me buscó. No más verme, me dijo

“Tengo que hacer unas visitas en los diferentes colegios internados que hay en la isla y necesitaré que alguien me acompañe. ¿Aceptarías venir conmigo?.”

¡Wuau!. Pensé.

Entre estupefacto y atónito respondí rápidamente que sí. A ver quién podía negarse a semejante privilegio.

“Voy a hablar con el padre superior para que seas mi acompañante en todas las visitas que tengo programadas.” Me dijo.

Y lo hizo.

¡Menudo honor para mí!. Aquel fue el primer gesto de reconocimiento importante que he recibido en mi vida. Y las visitas eran a los colegios femeninos de Santa Teresita, en pleno centro de la entonces Santa Isabel, hoy Malabo, la recién inaugurada residencia femenina E Waïso Ipola, en la misma ciudad, el seminario de Banapá y los colegios femeninos de Basilé y Bososo.

Al comentar la noticia al que era por entonces mi mejor amigo, Honorato Isaac Bueriberi, de nombre bubi Mòlû, y también de Rile-ó, me manifestó su ilusión de formar parte del séquito de acompañantes del Padre Ciriaco. Se lo comenté y él aceptó encantado.

En cada uno de esos colegios era recibido con grandes honores y agasajos de los que nos beneficiábamos Mólò y yo, en tanto que sus asistentes. Y fue justo en el transcurso de esas visitas cuando me habló por primera vez de la Sociología, en un momento en el que ni yo sabía que estaba a pocos meses de marchar a España, por una beca que había ganado en unas pruebas de selección, en los siguientes términos: “Estoy aquí por poco tiempo, porque debo volver al Seminario para ser ordenado sacerdote. Pero después volveré para estar uno o dos años como máximo y regresar de nuevo a España para estudiar Sociología, la carrera que pienso ejercer en combinación con la labor sacerdotal.”

Solo podía admirarle porque, por esas fechas no tenía la menor idea de qué era eso.

Su ordenación sacerdotal fue casi simultánea con la proclamación de la República de Guinea Ecuatorial como Estado independiente, y su regreso, como preió, estuvo básicamente motivado en dos razones: “Poner fin a tantos años de alejamiento de su madre y demás familiares y respondiendo a la campaña de recluta que llevaron a cabo sus superiores claretianos para fomentar el regreso de los sacerdotes y las monjas de su congregación al nuevo país, con vistas a iniciar el relevo del clero blanco por el nativo.”

Cumpliendo con sus planes, regresó poco después de ser ordenado sacerdote.

Su figura (Ciriaco Bokesa) empezó a adquirir notoriedad en el país recién independizado, cuando Francisco Macías Nguema, el primer presidente del mismo le nombró su capellán, con la graduación militar de Alférez y concediéndole un pasaporte diplomático, justo en el momento en el que los bubis fueron rebajados a la condición de bubitos, o sea, seres de categoría inferior, en la nueva estructura social de la recién proclamada República. Digamos que, en plena proclamación, exaltación, auge y propagación de la bubifobia, al más puro estilo que el que utilizó el III Reich, o sea, la Alemania nazi contra el pueblo judío durante el mandato de Hitler, aspecto éste sobre el que nunca se pronunció ni en privado ni en público.

Ignoramos si se percató o no de la hábil maniobra a la que recurrió Macías, para enredarle en su trinchera. Y a pesar del estado tormentoso de las relaciones entre dicho Estado y su antigua metrópoli, estamos hablando del periodo 1969 – 1972, a raíz del primer intento fallido de Golpe de Estado, perpetrado el 5 de marzo de 1969, cuya autoría atribuyó Macías a España, Ciriaco era una de las poquitas personas que podían moverse sin dificultades entre ambos países, gracias a su pasaporte diplomático.

Sería de este modo cómo fue engullido por la nueva situación y cómo abandonó o renunció a su proyecto de estudiar Sociología. Pero lo mejor que hizo fue aprovechar su privilegiada posición para reclutar y enviar, con gran discreción a cuantas chicas bubis pudo a España para salvarlas de la depredación y los abusos sexuales que cometían los sicarios de Macías contra los miembros de esta etnia, especialmente las mujeres, con absoluta impunidad (me cuentan que Severo Moto llegó a participar en la comisión de alguna de estas atrocidades).

Algunas de esas chicas llegaron a ser grandes profesionales, en ámbitos como la salud o la enseñanza. Otras en fieles esposas de sus maridos y madres ejemplares, y las que tuvieron menor fortuna, acabaron perdiendo la vida en diferentes circunstancias, al no poder repatriarse por pánico al régimen que había instaurado Macías Nguema.

Tras su estancia en Santa Isabel, entre junio y septiembre de 1968, volvimos a vernos en Madrid, donde yo también había llegado hacía poco, gracias a la beca que gané. el 12 de octubre de 1968, en la fiesta de proclamación de la independencia de Guinea Ecuatorial que organizó la dirección del Colegio Mayor Nuestra Señora de África, el centro de referencia en la acogida de los estudiantes becados por la antigua Administración colonial, procedentes de Guinea para cursar estudios universitarios.

Como estábamos de fiesta, la primera a la que yo asistía en España, con blancos y negros confraternizando, algo que no había visto antes, sólo me dijo dos frases: “Diviértete que para eso estamos hoy aquí, pero después, concéntrate por favor en los estudios. Ya verás que las cosas son tan fáciles aquí, pero también te digo que al final, si logras resistir y aprovechar, verás que el esfuerzo habrá valido la pena.”

Solo le contesté con un ée é, que es sí en bubi, puesto que nuestra breve conversación había sido en nuestra lengua.

 De allí ya no volvimos a vernos hasta el verano de 1971 siendo ya capellán de Macías, para realizar un viaje a España por diferentes motivos, entre ellos, informarse sobre las condiciones de vida de las chicas que había enviado a España, todas ellas internadas en colegios religiosos.

Su entusiasmo e ilusión con la nueva situación eran incontenibles, tanto que solo hablaba él, pero lo curioso es que, en ningún momento utilizó ni lanzó mensajes de estímulo al regreso, seguramente porque sabía que yo no tenía el perfil académico ni profesional adecuado, como tampoco soltó una sola frase contra el sátrapa emergente.

De nuevo otro paréntesis hasta 1996 en que hizo un nuevo viaje España, diecisiete años después de derrocado y muerto Macías Nguema, y por supuesto, desposeído de los cargos y la aureola de los que disfrutó durante su mandato.

Ciriaco Bokesa archive

Por esas fechas ya se había vinculado con el Centro Cultural Hispano Guineano, esa agencia neocolonial creada en su día por el Gobierno de España, para perpetuar la presencia e influencia de la cultura española en Guinea Ecuatorial, a imagen y semejanza del Instituto Francés en las excolonias francesas.

Durante dicho viaje y, como no podía ser menos, pasó por Barcelona donde fue muy bien acogido por algunos miembros de la comunidad bubi. Aproveché su presencia para conseguir que fuese invitado a los cursos de verano que por entonces organizaba la Fundació SER.GI (Servei Gironí de Pedagogia Social), institución con la que colaboraba, siendo aceptada mi propuesta para que disertara sobre la cooperación cultural entre España y Guinea Ecuatorial. Pero debo decir que no estuvo muy brillante, hecho que cerró la posibilidad de posibles y futuras nuevas invitaciones.

Esa fue la ocasión que tuve para explicarle la labor que por entonces estaba desarrollando como sociólogo afincado en Cataluña: difusión de la cultura africana en la Enseñanza no universitaria catalana, a través de ETANE, entidad que creé en 1988, con ayuda de otras compatriotas. El estudio y explicación de las causas de la inmigración negroafricana en Cataluña, la cooperación al desarrollo entre Cataluña y África y la pedagogía de la solidaridad y la interculturalidad. Le mostré algunos de los materiales que habíamos elaborado para las escuelas catalanas, le expliqué nuestro método de trabajo, todo lo cual le pareció excelente. Y como yo le seguía situando en el ámbito de la cooperación cultural entre España y Guinea Ecuatorial, quedamos en que, una vez en Malabo, exploraría la manera de mediar en el establecimiento de algún tipo de colaboración entre ETANE y el Centro Cultural Hispano Guineano. Pero pasaba el tiempo y no recibía noticias de él, hasta que me llegó la de su cese en dicha Agencia a principios de 1997, año en que me tocó viajar dos veces a dicha ciudad (agosto y diciembre).

No más llegar, le busqué, y él mismo me confirmó que ya no estaba trabajando en el CCHG, que se encontraba en una situación difícil y me pidió que hiciera algo por él.

¡Qué golpe, madre mía!. De pronto, uno de mis grandes referentes intelectuales me pedía ayuda, pero lo peor para mí fue comentarle que no podía, porque ETANE, no tenía capacidad financiera ni disponía de recursos suficientes como para establecer cualquier tipo de relación laboral con él.

Para mí, esa conversación fue una clara señal de su declive, sabiendo en qué se había transformado aquella excolonia española.

Otra vez la distancia se interpuso entre los dos, y desde 1997 no le volví a ver hasta 2007 en que la sobrina de la mujer con la que estaba emparentado, me llevó a visitarle en la residencia de ancianos donde había sido acogido en Parla (Madrid).

Con su entusiasmo de siempre, aunque muy mermado físicamente,  me explicó que consiguió recuperar su DNI español, que por cierto me mostró, gracias a lo cual pudo beneficiarse de los servicios Sociales del Gobierno español y ser ingresado en dicha residencia como ciudadano de esa nacionalidad.

Aquel sí que fue un encuentro traumático para mí: ver a mi querido y admirado Ciriaco, postrado en una silla de ruedas, sin poder hacer nada por él, me dejó muy tocado, a la vez que me hizo reflexionar sobre la frugalidad y la fragilidad del ser humano, más aún si es guineoecuatoriano o guineoecuatoriana. De lo fácil que era pasar de ser un icono al anonimato más absoluto.

Ciriaco Bokesa y Edmundo Sepa

¿En qué había quedado todo el esfuerzo y entusiasmo por servir a un país que ya nada quiso saber de él de esa forma tan inhumana, sin ninguna prestación, ni un reconocimiento oficial posterior, hasta caer en el más absoluto de los olvidos como ha sido su caso y morir abandonado y exiliado?.

Durante los últimos años de su vida apenas nadie le iba a visitar, salvo sus familiares más allegados. Peor aún, a la misa católica que se hizo por el eterno descanso de su alma, tampoco acudió más gente que esos mismos familiares.

Nada que objetar sobre esto último. La soledad es la mejor compañía del intelectual y eso es lo que era. Además, en la cosmogonía bubi la muerte física no es más que el tránsito a la otra existencia, al reencuentro con los que nos precedieron, y ese es el proceso en el que está inmerso en estos momentos que esperamos culmine con éxito.

Los bubis tenemos una frase muy elocuente para estas situaciones: È LÓ É SUBÁ KÉ-LO È RIJUÉ, que traducido al castellano significa: EL ÚLTIMO DÍA ES EL DE LA FAMILIA. Así que, no pasa nada con que no haya tenido una despedida masiva. Para eso estaba su familia.

El destino hizo que nuestros encuentros fueran esporádicos, pero eso no significa que carecieran de contenido. Eran tan sólidos los pilares sobre los que se sustentaba nuestra relación, que nada ni nadie la pudo quebrar.

Me quedo con el consuelo de pensar que en nuestro querido barrió ISUPPÚ, hasta los más jóvenes que no le conocieron habrán llorado su muerte como su buen hijo que era, y sobre todo, que tengan esto presente: Ciriaco Bokesa Napo, -È Papa’m- era bosupú, hijo de Rilé-ó, o sea, hijo de Basakato, y nació en el barrio de Isuppú,

Allí quedan las huellas de su andar, como diría Antonio Machado.

ETÁ LÉLÈ È PAPPA’M.

    (Kopesese) Edmundo Sepa Bonaba

    Londres, febrero de 2024.


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